Soles de Enero

A Diana M.

¿Cuál es el precio del sol? En una aldea italiana, fronterizo con Suiza, costó noventa y nueve mil euros! Es la historia de Viganella, pueblito de 185 habitantes hundido en un valle de los Alpes. De noviembre a febrero, desde tiempos lejanos, se sumerge en la penumbra, ya que el sol, quedaba oculto tras las montañas. Ahora gracias a un espejo gigante y otras artes, consiguieron comprar un poco de sol. Se acabaron los inviernos sombríos en Viganella. Bienvenido sol.
Estas y otras noticias, van calentando los días fríos de este enero de 2007, como la historia que nos cuenta Spiegel On Line, de que las alemanas, que se encontraban en sus últimos días de embarazo (a finales de diciembre), trataban de atrasar su alumbramiento, utilizando todas las artes y las mañas posibles: no tomar vino tinto, la canela, el clavillo, evitar el estrés, las relaciones sexuales, etc…y “sites” en la internet donde se dan informaciones sobre como atrasar el parto. ¿Por qué todo esto? Porque después de las doce campanadas del nuevo año entra en vigor un nuevo esquema de apoyo a la maternidad. Pero solo para a los que nazcan a partir del 1º de enero de 2007 y parece que el montante es considerable, que puede llegar hasta los 25, 000 euros pagos en 14 meses. Los médicos avisan, cuidado con todo eso, no tomar medicamentos, no poner el bebé en peligro. Pero unos euros más en estos días de crisis siempre es bienvenido, contraponen otros. Nuestros deseos de buenos alumbramientos en este enero y en las otras lunas.

Y recuerdo la historia de otro invierno donde una niña, por otras razones, decidió llegar a la Tierra y a nuestras vidas antes de tiempo. Era para nacer en enero. Entre el 9 y el 13 decían los médicos. Pero se adelantó, y el 28 de Diciembre de 1982, en el día los Inocentes, nació nuestra primera brujita; Inayaili.

Llegó a iluminar el cuarto de dos estudiantes, mezclando biberones y libros, pañales y diccionarios; los libros de arqueología y etnografía se mezclaban con los del Dr. Benjamín Spock (sobre niños) y otros catecismos de puericultura que después quedaron en el armario, porque el mejor libro eran los días y las noches, de sustos y sorpresas.

Por un lado pensaba, “ojala no sea el 9, porque es un día muy especial, de reflexión, luto y combates”, pero también me decía, “bienvenida si llega el 9, será como una señal a los tragalunas de que la vida es bella y porque 9 de Enero es también día de siembras. ¡De fecundas semillas!”

Y llegó iluminando y calentando uno de los inviernos más fríos que vivimos, más de 30 grados negativos en la calle. Ella no espero enero. Quería acompañar las angustias de los últimos exámenes y de la escritura de nuestras tesis y del duro invierno ruso.

Otros eneros, son los eneros en la isla, en mi infancia, cuando empezaban las vacaciones escolares. ¡Benditas vacaciones! Preparar el viaje a la ciudad de Panamá, en compañía de papá o de mamá, viajar en el “cayuco volador”, y ya en la ciudad, este viaje maravilloso hasta Colón en tren. El tren de mis amores infantiles. El olor de la estación. ¿Donde quedaba? en la Cinco de Mayo? Me quedó el olor de mostaza (supongo por los de los emparedados de salchicha) la búsqueda de la ventana donde observaba el paisaje, la llegada a Colón y esta costumbre que tenia de querer volver enseguida para el viaje de regreso. No era que Colon no me encantaba, era que no quería salir del tren.

Años después, el ritual era a la inversa, en enero preparaba mis mochilas para el regreso a la aldea. Estudiantes y ciudadanos urbanos, regresando a la casa, donde la luna de la isla era diferente, más grande, más luminosa, por lo menos eso me parecía, así como el sol, que a las siete de la tarde se escondía, como un cómplice, invitando a otras liturgias más paganas. Mi isla, no tenía luz eléctrica. O era la luna, en sus días de ojos mayores, a iluminar, o era las estrellas y sus pestañeos amorosos a guiarnos y el sonido del mar…!

06 de enero de 2007