Un Blues entre dos Oscuridades

Mafalda Veiga, canta autora portuguesa y escritora de historias infantiles cuenta en uno de sus libros: “una vez, conversando con mi hijo antes de dormir, me enseño que hay dos oscuros; el oscuro del cuarto de noche y el oscuro de cerrar los ojos donde somos reyes de nuestro mundo y podemos tornarlo mas feliz y mejor”.

Y me viene a la memoria la vida de mi Tio Fred, mi primer hechicero, el ser que me contó las primeras historias kunas, los primeros vuelos mágicos por selvas, mares y ríos. Era ciego (Tío Fred no nació ciego, fue cegando). Y tenia para mí el nombre más encantador de la aldea: Fred Williams. En su juventud, por poco tiempo, trabajó en la Base Naval de Rodman (antigua Zona del Canal, Panamá) como centenas de Kunas. Un día llegó a la isla con su nuevo nombre, dicen que en homenaje a su mejor amigo, un soldado de Lousiana, y cantando blues y otros ritmos del sur de EEUU. Y con sus ojos ya nublados, se dedicó a estudiar la historia oral Dule*.

(Sospecho que el amigo de mi Tío era un soldado negro, descendiente de antiguos esclavos, que llegaron a la ciudad de Nueva Orleáns en barcos negreros, para trabajar en las zonas pantanosas. Fueron ellos quienes trajeron las músicas, los tambores, el ritmo, la comida bien condimentada, las fiestas...!)

En la Base Naval aprendió a hablar y cantar en ingles. Era bilingüe (kuna-inglés), muchos años después, descubrí que en realidad él era poliglota pues hablaba con peces, con plantas, con el mar, con el viento, con su cayuco… y con sus amores clandestinos; ninfas, sirenas y otras mujeres aladas!.

Muchos niños de la aldea, disfrutamos y aprendimos de las locuras de mi Tío, de su forma de pescar, sus historias, los primeros cuentos eróticos, las primeras frases en una lengua diferente. ¡Que descubrimientos! ¡Cuánta magia!

De tarde o al anochecer montones de niños y jóvenes se juntaban en nuestra casa, religiosamente, algunos adentro, otros desde la calle. Y yo el privilegiado, en la hamaca en los brazos de Tio Fred. Y así, empezamos a ver la Luna (Luno en la historia kuna) de forma diferente, el mar con más respeto y complicidad, el bosque y los ríos como hermanos. Creo, que a veces, lo condimentaba con otras historias que escuchó en el Canal, en sus andanzas por la ciudad y en los sueños de marinero que siempre lo acompañaron.

En aquel tiempo, no sabia que lo que cantaba Tio Fred eran blues, simplemente volábamos junto a él, a ríos imaginarios, es posible que el Río Missisippi y el Río Abudi* se juntaran en su memoria y en su “oscuridad”.

Ya en mi periodo urbano – en la ciudad de la salsa, del calypso y del acordeón interiorano, Panamá – cuando empecé a escuchar a John Lee Hooker, a Louis Armstrong, a Billie Holiday, Nina Simone y otros (en)cantos, el cuerpo y el alma reconocieron el ritmo y la memoria de la piel me recordó las melodías que escuché en mi infancia.

Y desde entonces algunos de mis sueños, fueron, caminar por el Bourbon Street, o encontrar los fantasmas de Armstrong o del pirata Jean Lafitte en Nueva Orleáns. O acompañar un funeral con aquella música que escuchamos en una película, que no me acuerdo ya del titulo (los muertos, se despiden con música, música triste cuando van camino al cementerio, música alegre cuando los que lo acompañaron regresan a casa).

Todo quedó en sueños y proyectos. Sueños que eran una forma de cumplir una promesa a aquel ser mágico, que coloreó mi infancia y mi juventud, que me cantó los primeros blues, que me cuidó tanto, y que un día, hace ya veinte años se sembró en su aldea del alma – Ustupu -. Los colores alegres que cargo, los azules melancólicos, los rojos totales, las verdes madrugadas que iluminan mi vida, se los debo a él.

Hoy, Nueva Orleáns, tu otra aldea mítica, Tío, esta sumergida, cubierta de agua y dolor, pero siento que la ciudad no va parar de danzar. Sobrevivió a la esclavitud, a tantos golpes, y su música y su gente siempre resistieron.

El niño del cuento, tiene razón, hay dos oscuridades, la del cuarto, sin luz, en ella a veces me asusto, busco un abrazo.

Y la otra, donde somos reyes y dueños de nuestro mundo, y entiendo ahora que desde allí mi Tío creó y recreó mundos, nos regaló momentos deliciosos y únicos, nos ofreció ternuras y otros sabores, nos despertó a nuevos sueños. Y creo que desde entonces aprendí a no cultivar demasiado el olvido y sí a cultivar el recuerdo y la memoria.

* Dule: los Kuna en lenguaje clásico.
*Rio Abudi: río sagrado de los Kuna
*Ustupu: mi isla natal.