Ángeles a 20 mil metros de altura

El viaje de regreso a Portugal, mi otra Casa. Será un vuelo nocturno, en un enorme “cayuco volador”. Como siempre me pongo nervioso en el mostrador del aeropuerto: entregar el equipaje, mostrar el pasaporte, recibir los pases de abordar, el ritual preembarque. Un anai de Usdup, me saluda, trabaja allí y como que me siento menos solo. ¿An na nueidi? será la ultima frase en kuna antes de la partida. ¡Si, estoy bien! le respondo, y nos abrazamos con la mirada

Y “el eterno miedo de volar, de estar suspendidos en el aire y confiar nuestras almas y cuerpos y sueños al piloto y a los ángeles”…esto escribí en una crónica antigua recordando los vuelos en las pequeñas avionetas a la Comarca. Ahora es un enorme pájaro de acero y además, ¡vuela de noche!. Un Airbus con más de 300 lugares, más gente que en algunas islas de mi Dule Nega.

El avión viene de Guatemala, y recuerdo que en mi viaje anterior, cuando llegué a Panamá, tuve como compañía una enfermera belga, que por vez primera cruzaba el gran charco, hablaba poco español, iba como voluntaria a un hospital cerca de Chimaltenango. Nos fuimos entendiendo por señas y miradas áreas. Un ángel de 24 años, que la mayor parte del vuelo se la pasó durmiendo y consultando su diccionario.

¿Y ahora quien será mi compañía? ¿Quien me acompañará en estos 10 horas de angustias y sorpresas? ¿Conseguiré dormir en este enorme Cayuco Volador? ¿Tendré pesadillas como siempre?

Me toca la ventana en una fila de dos asientos, así podré despedirme de mi ciudad iluminada y pasaré por las islas, imaginaré que muchos anais me saludan deseándome un pronto regreso. Y llega mi nuevo vecino, y nos saludamos con las miradas. Preparo mis instrumentos de viaje: lecturas, la almohada, la manta de lana, una carta de Jorge que me pide “abrir a 7 mil pies de altura”, las fotos que siempre me acompañan y un periódico de “ayer”.

Quiero leer algo, pero mi mente viaja a otros lugares, va de La Peatonal a la isla de Cébaco, de Usdup a Calidonia, del “Hotel Primavera” a Icodup…y de pronto siento que el avión vuela y las luces de la ciudad saludándonos en un ultimo guiño. Hasta pronto Panamá! Me despido en silencio de mi ciudad amada.

¿Viaja a España? Y mi vecino responde, “si, a Santander, donde nací”. Rompo el silencio y van saliendo las palabras. ¿Vive en Panamá? “Desde 1947”. Quedo como hechizado cuando me dice el año. 1947; Lo repito en silencio. Al final cuantos años tendrá mi compañero de vuelo? Y hablamos de la ciudad de Panamá, como de una amante común, y me cuenta sus sueños de joven, sus trabajos, sus hijos, los nietos que llegaron, el amor de su vida. Y me dice su edad, cumplió 81 años.

Y yo le cuento también mi vida, mis días infantiles y juveniles en la ciudad amada…La escuela donde estudié, mis amigos, mis días de monaguillo en Cristo Rey, ahora él queda encantado. “Entonces éramos vecinos” me dice, porque trabajé durante muchos años en la Embajada de España y cerca estaba tu escuela (República de Chile)

Sirven la cena. Mi vecino pide vino tinto, yo, blanco. Imagino al joven emigrante que llega a la ciudad desconocida, ciudad sin grandes edificios y su linda y limpia bahía. Años 40.

Le hablo de mis otros nacimientos, de Kuna Yala, de mis estudios y de mi vida en las europas, de mis hijitas que me esperan en Portugal. Y de pronto me dice:
— Mi suegro fue Andrés Mojica.
— ¿El intendente del Gobierno panameño en los días tristes de un febrero lejano, 1925? — El mismo — me dice.

El día del ataque kuna a los cuarteles de la policía colonial no estaba don Andrés Mojica ! y me cuenta historias no del político, sino del hombre, de sus días, de sus sueños, de sus memorias.

Tantos sentimientos cruzan y entrecruzan mi alma. Y me duermo. Hace mucho tiempo que no consigo dormir en los viajes. Me ha contagiado mi nuevo amigo, que ya duerme y descansa. Sueño con mamá, veo a una niña misteriosa que me niega un simple beso, nado en un mar amarillo y no tengo pesadillas, no fue necesario pedir auxilio a un “nuchu” que conocí en uno de mis sueños, un domador de pesadillas!

Y despierto ya han pasado muchas horas de vuelo…creo que dormí unas 4 horas. Increíble. Me siento bien. Mi nuevo amigo, continúa dormido, ¿soñará con sus nietos? ¿con su cómplice de tantos años, ¿su compañera que hace cinco años se le fue…a cruzar los ríos sagrados?

El aterrizaje fue tranquilo, escucho los aplausos de los pasajeros Yo me quedo sentado mientras la gente va saliendo, tengo tiempo, solo retomo mi otro vuelo dentro de cinco horas…! Hasta un dia Sr. Atilano. Gracias por la compañía.

Aprendí en este vuelo que los ángeles no tienen edad definida, puede ser una enfermera de 24 años, o un simpático abuelito de 81 años!